Debería hacer…, debería comer…, debería ver…, debería leer…, debería ir a…
Puede haber miles de “deberías”, tantos como actividades pueden hacer los seres humanos. Tantos que me abruman… Recuerdo un mail de esos que son cadena, que venía a recordarnos que si haríamos en un día todo eso que se recomienda para ser feliz, necesitaríamos 36 horas en lugar de 24.
Uf… El peso de los debería, aún y cuando son para nuestro bienestar, nuestra felicidad y nuestro gozo.
Comer una manzana, leer un libro, estudiar para un examen, hacer ejercicio físico, o militar en un movimiento social, pueden ser actividades placenteras, de hecho lo son para millones de personas, seguro. Emmeline Pankhurst hablaba de “La alegría de la lucha” y un amigo me recordaba que los empollones se divierten estudiando, más que de farra.
Todo ello es cierto, y sin embargo ¿no os habéis encontrado en esa situación en la que te gusta lo que estudias (de hecho lo has elegido), te gusta tu trabajo (puede darse que sea un proyecto propio), te gusta el ejercicio (porque te libera y te hace sentir bien)… y sin embargo, TE PESA? Esto debe ser el efecto de un cúmulo ingente de “deberías” farragoso y tormentoso, que se presenta como una espada en tu espalda, y te empuja hacia una dirección sin tú querer.
Cómo encontrar la alegría de la lucha, el placer de estudiar, el bienestar en un trabajo que realmente está bien hecho? ¿Será cuestión de cambiar los esquemas mentales? ¿Será cuestión de simplemente levantarte por la mañana con una actitud positiva y llevarlo a cabo? ¿Será cuestión de invocar, visualizar aquello que realmente queremos para tenerlo? Tal y cómo se dice últimamente.
Me temo que no, esas recetas son para quien está bien, y para quien se las crea, que hay mucha gente incrédula por la vida.
Cuando te pesa, mejor es aligerar, simplificar y, por qué no, mandarlo todo al carajo. Me sale una sonrisa traviesa que realmente me tienta… no os creáis. La otra tentación es la de tomar conciencia del aquí y el ahora, respirar (aunque os prometo, que a veces no es suficiente) y sobre todo saber realmente de dónde vienen todos esos “deberías” que PESAN. ¿Son realmente míos? ¿Responden realmente a una necesidad mía? ¿Cuánto de neurótico tienen? Que me temo que mucho. Sí, camino personal, quitar capas de la cebolla, soltar lastre… cómo queráis llamarlo. Pero os confieso que la que más me gusta es la última tentativa: hacer lo que realmente me pide el cuerpo hacer. Escucharlo, acompasarlo y satisfacerlo… ¿Será esto el placer? Quizás. Y me diréis: Difícil de realizar esta última tentativa, el mundo no está hecho para hacer lo que el cuerpo nos pide, normas, horarios, trabajo, … Sí, lo comparto. ¿Imposible? Soy de las que creen en las utopías.
Que tengáis un feliz día.